* Ramiro García Valentinuz
Víctor tiene 54 años y es un pescador chimán. Su comunidad habita parte del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Secúre (TIPNIS) desde quién sabe cuántas generaciones atrás, dialogando en hermandad con el aroma del nogal y el rugido del jaguar. Víctor tiene miedo: la carretera que el gobierno boliviano quiere construir para unir Villa Tunari y San Ignacio de Moxos atravesaría los dos ríos que son sus fuentes de trabajo y como mínimo otros tres alternativos. Los caminos se construyen, la construcción cimenta “civilización” y destruye naturaleza, y la naturaleza huye ante el peligro: si el proyecto se concreta, Víctor debería recorrer diariamente 35 kilómetros a pie para pescar, comerciar y subsistir.
José es director de la empresa productora de ladrillos que heredó de su padre, Torrijos S.R.L. Vive en Cochabamba desde adolescente, cuando se instaló allí la compañía. Ésta abastece construcciones en muchas localidades del departamento y ha multiplicado su alcance y sus ingresos con la dirección de José. La carretera del TIPNIS abre nuevos horizontes comerciales para él: hoy llega hasta la pequeña Villa Tunari con la provisión de ladrillos para la edificación de hoteles, pero podría alcanzar San Ignacio de Moxos y lograr el abastecimiento de su fábrica para el crecimiento de dicha localidad y de las que nacerán a partir de la ruta que el gobierno pretende construir.
José y Víctor son los personajes que creamos para ilustrar la división de aguas a nivel socio-económico y político que trajo aparejada la decisión gubernamental de erigir la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos. Tal decisión se vio rechazada por decenas de comunidades originarias del TIPNIS, movimientos sociales y ecologistas, que obligaron a frenar la construcción. 302 kilómetros de ruta a través de este territorio significan desarrollo, progreso y modernización para el gobierno boliviano y los sectores que acuerdan, pero implican desforestación, colonización, degradación ambiental y hasta narcotráfico para las comunidades que resisten, cuya autodeterminación justifican varias leyes y tratados internacionales.
La respuesta de los "anti-carretera" encontró respuestas estatales: audiencias de explicación sobre la necesidad de construirla, una enorme represión a la Octava Marcha Nacional en su contra y brigadas de consulta a las comunidades, muchas de las cuales se rehúsan a responder. El presidente Evo Morales ponderó estas consultas. "Es lo más democrático y aquí el pueblo participa, con sí o con no", afirmó. Pero se pisó la cola: "quieran o no quieran vamos a construir este camino". Mientras los movimientos opositores a la construcción argumentan su postura en la defensa de la biodiversidad y el medioambiente del TIPNIS, así como la autodeterminación de sus pueblos, el gobierno boliviano sostiene que este hecho habilitará la construcción de vías de comunicación entre regiones aisladas, no se permitirán explotaciones cocaleras y aumentaría la competitividad exportadora de Bolivia, fundamental para un país sin acceso al mar. Estado o naciones originarias, selva o ruta: Bolivia debate en torno a esta disyuntiva, sin solución a la vista.
Fuentes consultadas: Tipniesvida ; Somossur.net - Nota 1, Nota 2 ; Documento del Foro permanente de análisis regional (Mesa de Biodiversidad, Medio ambiente y Ecología) ; Youtube.
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